Tras mi pequeña visita a España, regreso a Roma. Cual es mi sorpresa cuando aterrizo, después de veinticinco días en nuestra nueva casa, todavía no tenemos internet. Durante los días que estuvimos desconectadas del mundo -podemos decirlo así, ya que hoy en día quien no tiene internet, y menos fuera de su país, no se entera de nada, cada día es un caos el poder hablar con nuestras familias.
Durante el erasmus, algunos dicen que les pueden coger la red a sus vecinos, pero este no es nuestro caso. A diario, desde el primer día que llegamos a Roma, las tres bajamos a un ciber cercano para poder comunicarnos con nuestras familias. Es una locura, el poder coincidir a la misma hora, y que nosotras estemos cerca de casa o de un ciber para poder conectarnos. Otras veces se nos cuelga la red, y los nervios van a flor de piel. La verdad, es que yo he de confesar que una de las cosas que me ponen más nerviosa es no poder comunicarme con mi madre.
Pero por fin llego el día. Gracias a la insistencia de nuestra casera, y de la nuestra propia, la compañía telefónica, se decide finalmente a darnos linea. Ahí comienza otra desconexión, pero esta vez entre nosotras. Parece que no hay nadie en casa. Y eso tampoco puede ser. Así son los primero días. Las tres estamos pendientes del Skype, y de recibir alguna llamada , y también estamos más entretenidas con internet.
Pero con los días el aislamiento desaparece, y el uso de internet se hace más adecuado. Porque he de decir, que algunos de los mejores momentos del erasmus, los pasamos en casa, las tres, riéndonos sin parar, Elena, Lorena y yo. Y sin necesidad de ningún ordenador. Pese a ello, cuando no teníamos internet, hubo algunos momentos que lo pasamos realmente mal, por todo lo que he explicado arriba.
Así pues, por todos esos momentos..... Bendito internet!
ANGELA
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